El Planeta Aliado: Un Faro de Esperanza... Que Se Extinguió

Si el Planeta Jurásico fue el crisol donde el Comandante forjó su espíritu, el Planeta Aliado (conocido también como el mundo de los "Alienígenas Aliados") fue la cuna de su destino galáctico. Más allá de las estrellas, a billones de años luz, se erguía un mundo majestuoso, de un tamaño imponente y bañado por la luz de tres soles en su cielo.

Planeta Aliado

Fue en este lejano y avanzado planeta donde nuestro Comandante encontró a sus primeros mentores y protectores en el vasto universo. Desde sus orígenes, esta noble civilización le brindó el apoyo vital: comida, armas de tecnología inimaginable y medicamentos que lo ayudaron a sobrevivir y evolucionar. Aquí, un simple humano se convirtió en el líder de legiones, aprendiendo los intrincados caminos de la diplomacia intergaláctica y la estrategia militar a una escala cósmica.

Pero este planeta no fue solo un refugio. Fue el epicentro de algunas de las guerras más brutales de "El Faro del Tiempo". Sus cielos vibraron con el fragor de batallas épicas contra las implacables Almas Negras, contra los devoradores Raardentheeer con sus naves del tamaño de lunas, y finalmente, contra la imparable amenaza de los Xal'zirr, los robots asesinos de toda vida orgánica.

Trágicamente, la guerra más reciente trajo consigo la desolación. Los Xal'zirr, con su fría eficiencia, lograron lo impensable: aniquilaron toda forma de vida en el Planeta Aliado, reduciendo a la noble civilización que una vez acogió al Comandante a cenizas.

Ahora, de lo que una vez fue un vibrante centro de civilización, solo quedan los ecos de una gran batalla y la memoria de una raza sacrificada. Apenas unos pocos miles de supervivientes de esta orgullosa especie residen en el distante Planeta Base, un recuerdo constante del precio devastador de la guerra.

El Planeta Aliado es la historia de una esperanza inmensa y de una pérdida abrumadora. Es un testimonio de la brutalidad de un conflicto que no perdona, y un recordatorio de que, incluso en la victoria, hay cicatrices imborrables.

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